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viernes, 19 de abril de 2024

SEMANA DE JEAN-LUC GODARD EN EPTV: "TODO VA BIEN"

viernes 19 de abril - 22 hs
Semana de Jean-Luc Godard en EPTV: "Toda va bien"
Fragmentos del artículo: RESISTENCIA OBRERA Y UN GRUPO DE DOS POR PAULA LÓPEZ MONTERO
En Todo va bien se puede apreciar desde el título esa ironía característica del cine de Godard. Godard y Gorin se trasladan al mundo obrero recreando -como en un ejercicio dialéctico más cercano a La chinoise que a Un film como cualquier otro – el escenario de una fábrica de industria cárnica y la ocupación de la misma por los obreros por unas mejores condiciones de trabajo. Se vuelve a poner encima de la mesa esa recreación, la ocupación y la estructura conteniente del diálogo. Un ejercicio de mirada recreativa que pone en juego la explicitación del travelling en el que se puede apreciar todas las escenas de la fábrica en su conjunto como si de una casa de muñecas se tratara y como –ciertamente y más veladamente propone en La Chinoise-. Godard reflexiona cuatro años más tarde de aquellas ocupaciones de las fábricas, sobre su andanza cinematográfica en un ejercicio metarreferencial donde se pondrá en evidencia constantemente el rodaje de la propia película, sobre el cambio suscitado a raíz de 1968 y de si en realidad “Todo iba bien” en 1972.
(...) El filme, guiado por la narración de la pareja, al final no tiene -como mayo del 68- ningún cambio evidente, todo vuelve a su status quo y lo que se suscita es más una crisis nostálgica y pesimista de un intelectual que una ganas emancipadoras del propio modus operandi que se había impuesto tras el 68. A través del monólogo, el situacionismo, las metaficciones y referencias explícitas sobre la propia construcción cinematográfica se nos vehicula a su vez a través de una desasosegada reflexión sobre la historia: somos nuestros propios agentes de la historia. No hay colectividad, sino un sentimiento individualista incapaz de acción. Así termina con una voz en off Todo va bien: “Hay películas en las que el espectador se va del cine diciendo que él y ella sin duda salen de una crisis para entrar en otra y que así es la vida. Pero en esta película les dejamos a él y a ella mudos mientras se miran. Y diremos simplemente que él y ella han empezado a pensar en sí mismos como parte de la historia. Que cada uno pueda ser su propio historiador. Yo, Francia, 1972.” Todo va bien, Todo vuelve a su cauce. 
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jueves, 18 de abril de 2024

SEMANA DE JEAN-LUC GODARD EN EPTV: "SIN ALIENTO"

jueve 18 de abril - 22 hs
Semana de Jean-Luc Godard en EPTV: "Sin aliento"
Como la vida misma, el cine trae consigo muchas dicotomías. Una de las más discutidas, que ha generado textos, ensayos y postulados, es el cuidado del estilo en desmedro de la sustancia o viceversa. ¿Son necesariamente contrarios o deben complementarse para lograr la tan anhelada “película perfecta”? ¿Qué pasa cuando un filme sucumbe ante la tentación de la forma, y pone en un lugar preponderante el estilo, el “cómo se ve” por sobre lo que se quiere decir?
De los directores posmodernos, quizás el único que se salva de no ser juzgado bajo este prisma, sino simplemente venerado (no importa lo que haga o como lo haga), sea Quentin Tarantino. Lo cierto es que la razón de ser de uno de los directores emblemas del postmodernismo, y caníbal non plus ultra del cine B, tiene nombre y apellido: Jean- Luc Godard. La obra del llamado “alma revolucionaria de la Nueva Ola francesa” ha sido el principal referente a lo largo de la carrera de Tarantino y de muchos otros. Para muestra, un botón: Su productora, Band Apart, debe su nombre a la maravillosa película homónima del realizador de sus afectos.
No podemos olvidar a Godard. Es nuestro deber recordar quien es, sus descabelladas y fascinantes obras, su legado. Tarantino es solo uno de sus muchos discípulos que encontraron en su tratamiento de la forma una fuente inagotable de contenido e inspiración. Y es en Sin aliento donde el realizador francés eleva a la máxima expresión su afán por la estética, mientras construye con detalles la grandeza del todo.
El filme se centra en las desventuras de Michel Poiccard (Jean Paul-Belmondo), ladrón de mala muerte que, luego de asesinar a un policía, intenta escapar de la justicia y conquistar a Patricia (Jean Seberg), una estudiante de periodismo norteamericana que busca suerte en París. La cámara —manejada por Godard con virtuosa artesanía— sigue a Michel por la capital francesa con el mismo vértigo con que él sortea su propia imagen en las portadas de las crónicas policiales. Mientras agota sus posibilidades de escapatoria, Poiccard acentúa su descaro y su afán por no despertar simpatía alguna. Pero es esa misma desfachatez la que obliga, en cierta forma, a quererlo, a entender sus decisiones e incluso a hacernos cómplices de su actuar.
Sin aliento te deja, literalmente, sin respiración. No solo por la maestría de su ritmo y la fluidez de su edición, sino también por la forma en que rediseña y defiende una nueva idea de cine, que marcaría para siempre el devenir de tantas películas. Esas que sentimos, admiramos y amamos, pero que pocas veces nos preguntamos de dónde vienen o cuál es su razón de ser. Los protagonistas, Michel y Patricia, se transforman en cuerpos cinematográficos casi mitológicos, que se confunden con los actores que los interpretan y traspasan todo límite entre pantalla y tridimensionalidad. Él, un antihéroe forjado en el cine negro, sin ideales, motivaciones ni el encanto calculador de Humphrey Bogart, Gary Grant o Jean Gabin. Un galán cuyo leitmotiv es vivir acorde a sus impulsos y sobrevivir a la siguiente escena. Ella, una mujer que vive inmersa en sus pensamientos, atrapada en sus preguntas sin respuesta, enamorada fugaz y vividora intensa, dueña de una mirada nostálgica que nadie logra borrar.
Ambos, personajes y actores, son un retrato de la época en la que viven, además de estandartes del cine que proclaman. Esa congruencia entre ficción, narración, forma y contexto histórico-social es uno de los sellos del cine de Godard, que se extrapola también a toda la corriente tras la Nouvelle Vague. Una creación artística que vive inmersa en la dicotomía eterna entre representación y realidad, pero que lejos de entramparse y alterar su resultado, fluye en todas sus contradicciones y hace emerger una nueva fórmula, que se parece mucho a la vida.
En medio del frenesí del filme, Patricia hace una pausa y se apresta a entrevistar a un afamado escritor, en su primer trabajo como reportera para el New York Herald Tribune. Mientras intenta alzar su voz entre la multitud, el entrevistado clava sus ojos en ella. Patricia le pregunta: «¿Cuál es su máxima aspiración en la vida?», «Me gustaría ser inmortal y después morir», responde el escritor. Entonces, la esencia del filme comienza a tomar forma: ¿Cómo ser inmortal y después morir? ¿Cómo ser algo o alguien que no se es? ¿Cómo ser libre y, al mismo tiempo, atenerse a los límites intrínsecos del ser humano? Las acciones de Michel y Patricia son guiadas por estas contradicciones vitales, que al mismo tiempo los unen irrevocablemente. Y aunque el filme no entrega las respuestas, despliega las interrogantes justas, dejándolas inconclusas para quien se aventure a responderlas. Y, de paso, se vuelve una película inmortal.
>>> https://culturizarte.cl/


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miércoles, 17 de abril de 2024

SEMANA DE JEAN-LUC GODARD EN EPTV: "EL DESPRECIO"

miércoles 17 de abril - 22 hs
Semana de Jean-Luc Godard en EPTV: "El desprecio"
TE ODIO, TE AMO, TE ODIO: EL DESPRECIO, DE JEAN-LUC GODARD
“El cine –dijo André Bazin- sustituye nuestra mirada por un mundo amoldado a nuestros deseos. El desprecio es la historia de ese mundo”, nos dice la voz de Jean-Luc Godard en el cierre de la secuencia de créditos (no escritos, sino pronunciados en la pantalla) de este largometraje. En ese mundo es posible que un director de cine utilice el medio cinematográfico para expresar y conjurar –quizá- su desazón profesional y personal, disimulada en medio de una historia de ficción que él construyó “amoldada a sus deseos”, usando el cine como fuera su diario privado.
El desprecio (Le mépris, 1963) es una historia del cine dentro del cine: es el rodaje de una versión de La odisea encomendada por un productor norteamericano al mismísimo Fritz Lang, para ser filmada en los estudio de Cinecittà en Roma y en la isla de Capri. El productor, Jeremy Prokosch, no está a gusto con la adaptación y vincula –para hacerle “mejoras” a un guionista francés, Paul Javal, que vive en Roma con su esposa Camille. La narración es el encuentro de la pareja con Prokosch, su asistente Francesca y con Lang, y lo que ocurre con ellos posteriormente, tanto en el apartamento de Paul y Camille, como en la casa de Prokosch frente a la costa de Capri.
(...)
Si me pidieran que hiciera una mini sinopsis de El desprecio, diría que es una película autoreferencial, en la que un artista reflexiona sobre su oficio (y sus compromisos), y un hombre saca a flote sus grietas afectivas. Ocurre que ese artista y ese hombre son una misma persona y eso complejiza la lectura del filme al ramificar sus intenciones y multiplicar sus efectos. El resultado es una catarsis transformada en arte, purificada y sublimada por su autor para que trascendiera al dolor privado expresado entre dientes y nos hablara a todos en voz alta, expresando una desilusión colectiva a la que todos pudiéramos adscribirnos. Sin duda lo logró.


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martes, 16 de abril de 2024

SEMANA DE JEAN-LUC GODARD EN EPTV: "LA CHINOISE"

martes 16 de abril - 22 hs
Semana de Jean-Luc Godard en EPTV: "La Chinoise"
 La Chinoise de Godard es una de esas películas que no pueden evitar despertar en el espectador esa sensación de amor/odio en la que no sabes si acabas de visionar una obra maestra o la idea más loca jamás escrita. Con una fotografía extremadamente minuciosa y una puesta en escena un tanto peculiar, Godard crea un falso documental con discursos descontextualizados del libro rojo de Mao que crearán en unos jóvenes estudiantes parisinos ideas revolucionarias, e incluso les harán pisar la línea entre el bien y el mal.
En mi opinión, La Chinoise funciona y atrapa al espectador en gran parte por los recursos utilizados de la Nouvelle Vague. Con planos vacíos y silencios que pueden alcanzar casi los 3 minutos de duración, Godard crea esa sensación de estar viviendo 24 horas con los protagonistas, con sus dudas, inquietudes, problemas… pero al mismo tiempo incluye ese formato documental y miradas a cámara que rompen completamente la famosa 4 pared, y permiten que nosotros como espectadores totalmente ajenos a la historia creemos opiniones y juicios de valor sobre lo que estamos viendo, pero con ese toque de empatía por los protagonistas.
Después de ver la película, en mi surgieron ciertos sentimientos encontrados. Por una parte me parece una valiente apuesta por el cine experimental. Godard arriesga tanto visualmente, manteniendo por ejemplo, durante toda la película una línea cromática muy interesante jugando con los colores de la bandera francesa. Como con lo que respecta a lo argumental, contando una historia sobre jóvenes que deciden recurrir al terrorismo para defender una causa. Algo que sin duda puede hacer saltar las alarmas de los espectadores.
Por otra parte, el alargar demasiado algunas escenas y arriesgar tanto con la experimentación hacen que en algunas ocasiones, salgas inevitablemente de la historia, preguntándote si realmente estás entendiendo algo de lo que estás viendo e incluso tener que rebobinar algunos momentos del filme para intentar no perderte ningún detalle, que puede resultar decisivo en este tipo de cine.
En conclusión, como aficionada al cine, desde el momento en el que conocí esta corriente creía que el cine experimental de la Nouvelle Vague no era para mí. Pero después de atreverme con La Chinoise creo que es algo que por lo menos todo el mundo deberíamos ver alguna vez, para bien o para mal, aunque solo sea por la curiosidad de ver un cine completamente distinto y loco que, personalmente, creo que difícilmente funcionaría a nivel comercial en nuestros tiempos, y que poca gente, por no decir nadie se atrevería a hacer.


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lunes, 15 de abril de 2024

EPISODIO II - SIN BONDIOLA Y SIN CERVEZA EL TÍO PIERDE LA CABEZA - MARTES Y JUEVES POR EPTV

Martes 16 y jueves 18 de abril - 12 hs
EPTV: EPISODIO II - Sin bondiola y sin cerveza el tío pierde la cabeza | Una producción de "En el patio del tío"

Estrenamos el segundo episodio de #enelpatiodeltio, en esta ocasión nos visita un gran músico de la Comarca y amigo de los más entrañables que tiene el Tío. Con sol de mediodía acariciando las cabezas acompañamos el momento con una receta deliciosa: Bondiola a la cerveza. Agridulce para sorprender? Le gustará a nuestro invitado? Está noche date una vuelta por el patio del tío y unite en este encuentro de música y sabores...

SEMANA DE JEAN-LUC GODARD EN EPTV: "PIERROT EL LOCO"

lunes 15 de abril - 22 hs
Semana de Jean-Luc Godard en EPTV: "Pierrot el loco"
 Jean-Luc Godard nos acerca a un cine de la exploración, de la combinación, de la experimentación con los límites del cinematógrafo en cada momento. Como afirma Santos Zunzunegui, su obra cinematográfica es un recipiente en el que se pueden añadir elementos filosóficos, artísticos o de cualquier otro territorio. Mediante una operación de collage polifónico recoge con avaricia sus inclinaciones en música, novela, poesía o pintura. Además, no duda e insiste en reelaborar tanto sus propios textos como los de los demás. Lo que menos le importa al director es la línea narrativa. La hace explotar en fragmentos, en capítulos, en elipsis imaginativas. La disocia en caminos sorprendentes que rellena de interpolaciones, metáforas o comparaciones en los que mezcla la pluralidad de sus intereses. Arranca del cine convencional para sacudirlo y rehacerlo desde su particular mirada. Eso mismo se puede aplicar a los géneros y Pierrot el loco (Pierrot le fou, 1965) es buena prueba. Aventuras, acción, drama, trama policiaca, comedia, asesinatos o escenas musicales se irán enlazando para al final, remitirse al  sentimiento que en realidad aspiraba despertar el autor. Nos referimos a la emoción. No nos importa en absoluto buscarle tres pies al gato en la disparatada historia de espionaje protagonizada por Ferdinand y Marianne. Es lo de menos. Envuelto en una constante indagación de los límites sobre imágenes y sonido, Godard utiliza el cine no solo para narrar sino también para reflexionar, pensar, relacionar y bordear o dinamitar barreras. 

Hablábamos de emociones. Precisamente, como paso previo a destacar algunos de los referentes pictóricos que aparecen en Pierrot el loco, nos gustaría centrarnos en una de las escenas iniciales que se caracterizan por el uso simbólico del cambio cromático. Se trata de la fiesta en la que seguimos a Pierrot, a Jean-Paul Belmondo, deambulando, aburrido de su vida y de las conversaciones ajenas. Así, va observando con displicencia grupos o parejas de invitados y al tiempo el color de la pantalla recurrirá alternativamente al rojo, al amarillo, al azul o al verde de forma muy marcada para acompañar a comentarios que más bien nos recuerdan campañas publicitarias. Todo para rematar en el lanzamiento de una tarta al tiempo que estalla una paleta de colores agresivos. Únicamente el autor francés se detiene en la neutralidad y pureza del blanco y negro cuando aparece Samuel Fuller. Y este último nos dirá que para él el cine es amor, muerte, deseo, violencia, en una palabra, “emoción”. 


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domingo, 14 de abril de 2024

DOMINGO 14 DE ABRIL EN EPTV: "VOCES INOCENTES" DE LUIS MANDOKI

domingo 14 de abril - 22 hs
EPTV: "Voces Inocentes" de Luis Mandoki

A decir de Eric Hobsbawm, el siglo XX fue el más mortífero en la historia por “la envergadura, la frecuencia y duración de los conflictos bélicos” que asolaron sin interrupción, y por “las catástrofes humanas, sin parangón posible, [que causaron] desde las mayores hambrunas de la historia hasta el genocidio sistemático”.1 Desde la primera mitad del siglo, en El Salvador fue ahondado un proceso creciente de confrontación sociopolítica y económica, correspondiente al desenvolvimiento de las contradicciones histórico-dialécticas del capitalismo en Centroamérica.2 De tal modo que hacia mediados de los años setenta, la polarización y la tensión política fueron in crescendo insosteniblemente, hasta conducir al país a la inexorable antesala del estallido social.

Grosso modo, los actores políticos en pugna constituían grupos diferenciados por intereses de clase que, sin embargo, estaban lejos de ser homogéneos y unívocos. Entre las fuerzas que propugnaban por el mantenimiento del statu quo se desarrolló la agudización del progresivo contubernio de la compleja oligarquía cafetalera con una élite política corrupta, la Fuerza Armada de El Salvador (faes) y el gobierno estadounidense ‒primero de James Earl [“Jimmy”] Carter Jr. y, luego, de Ronald Reagan‒. A su vez, entre las fuerzas revolucionarias se apostaron el clero católico liberacionista, las organizaciones político-populares y las político-militares que ‒aunque de manera disímil‒, paulatinamente concedieron legitimidad de índole histórica al desarrollo de la violencia armada, como método de resistencia y combate a las formas bélicas de confrontación a las causas populares.

Fue así como “[e]ntre los años de 1980 y 1991 [la nación] estuvo sumida en una guerra que hundió a la sociedad salvadoreña en la violencia, le dejó millares y millares de muertos, y la marcó con formas delincuenciales de espanto”.3 De acuerdo con los cálculos realizados por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), se estimaba que ‒hasta 1986‒ habían muerto más de 60 000 civiles, y habían sido abandonados 90 000 hogares, con lo cual se dejó a más de 500 000 personas sin techo. Entre quienes constituían esta cifra, la mitad eran menores de 14 años y había un número indeterminado de huérfanos de guerra.4

El dolor y el padecimiento de la injusticia, sin embargo, no siempre pueden ser considerados cuantitativamente. Como suele suceder, la crueldad de la violencia hizo especial mella entre los sectores de la población más vulnerables por su condición social y etaria: ancianos, mujeres, bebés, niños y niñas pobres que habitaban las zonas de combate. “¿Por qué nos quieren matar si no hicimos nada?”, la reflexión en soliloquio de Chava, un inocente niño de 11 años, personaje principal de la película Voces inocentes5, es sin duda una exclamación estrujante y, por desgracia, profundamente vigente en América Latina y en el mundo.

Los hechos de los que da cuenta la película dirigida por el cineasta Luis Mandoki son una interesante representación de la violencia en medio de la cual se desarrollaron innumerables sujetos históricos reales durante el siglo pasado. Ahora bien, como toda manifestación cultural, el filme es en sí mismo un discurso y, más aún, una representación del devenir histórico que está mediada por la subjetividad de quien la produce. En ese sentido, la obra cinematográfica posee un carácter representativo que denota e insinúa elementos en pantalla que la sitúan contextualmente y, con ello, la vinculan dialécticamente con el devenir histórico.

A casi veinte años del estreno de la película, el presente artículo constituye un ejercicio analítico sobre este discurso fílmico latinoamericano y su intersección con la realidad histórica salvadoreña, a partir del examen de los aportes de este para visibilizar y denunciar la violencia aún impune hacia la infancia durante la Guerra Civil en El Salvador. Para alcanzar el propósito de este artículo, he empleado el marco teórico conceptual sobre la violencia desarrollado por el jesuita vasco-salvadoreño ‒teólogo y filósofo de la liberación‒ Ignacio Ellacuría Beascoechea. Tal elección teórica responde al reconocimiento de la vigencia del pensamiento ellacuriano, como un corpus forjado al calor de la cruenta vida político-militar salvadoreña de la segunda mitad del siglo XX y, por tanto, sumamente pertinente para indicar las contraposiciones en el desarrollo de la violencia injusta.
>>continuar la lectura>> http://portal.amelica.org/


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sábado, 13 de abril de 2024

EL MERCADO RURAL DE GOLONDRINAS CUMPLE 4 AÑOS DE ORGANIZACIÓN POPULAR, COMUNITARIA Y ECONÓMICA

 (El Pueblo TV).- Este sábado 13 de abril se realizó en Golondrinas el festejo por los 4 años del Mercado Rural de Golondrinas. El evento se desarrolla en un momento particular de su desarrollo, porque el recientemente designado intendente de Lago Puelo pretendió desalojarlo. Pero el espacio construido comunitariamente agrupa a más de cincuenta familias del paraje rural, y la resolución municipal fue respondida por les vecines del paraje rural. El espacio era originalmente el Centro Comunitario del paraje, pero no se utilizaba casi nunca y por eso en 2020 unxs docientos vecinos se organizaron para dar respuesta a sus necesidades económicas y de encontrarse, cuando la pandemia por el COVID-19 volvía imposible la subsistencia de muchas familias. Hoy a cuatro años, nuevamente la crisis económica hace que este espacio sea parte de la solución económica no solo de las cincuenta familias que producen y venden, sino de muchas más dentro del mismo paraje que encuentran productos orgánicos, de calidad, y a precios justos, ya que no hay intermediarios entre productor y consumidor.

Hoy, en el evento que incluyó muestras artísticas, talleres gratuitos y abiertos, música en vivo, comida a la canasta, encuentro, baile, y fiesta, la vecindad se acercó numerosa. Unas cientocincuenta personas participaron de la jornada que comenzó a las 11 y a las 18 continuaba.


SEMANA DEL CINE DE JEAN-LUC GODARD EN EPTV, DE LUNES A VIERNES A LAS 22 HS

Jean-Luc Godard a las 22 hs 
de lunes a viernes por El Pueblo TV
Jean-Luc Godard, es un referente en la historia del cine mundial. Pensó y revolucionó el lenguaje del cine marcando un antes y un después en el SXX.

Nació en París el 3 de diciembre de 1930, creció en Suiza y estudió en la Sorbona, pero se la pasó visitando cineclubs, y así comenzó como crítico en la revista Cahiers du cinéma.
Fue un impulsor de la Nouvelle Vague a fines de los años 50, junto a una generación que renovó el cine francés, y con influencia a nivel mundial. Sus películas Sin Aliento, Vivir su vida y Pierrot el loco, junto a otras, marcaron esa época.
En 1967 filma La Chinoise, donde unos jóvenes debaten sobre la revolución y participa del film colectivo antiimperialista Lejos de Vietnam.
Con el Mayo Francés Godard funde su cine con las luchas obreras y estudiantiles.
Sale a la calle y filma cortometrajes de contrainformación, se suma a las asambleas de los Estados Generales del Cine que desafiaron la industria capitalista buscando democratizar las prácticas cinematográficas.
Junto a otros cineastas realizan un Boicot al Festival de Cannes de ese año, allí Godard agita:
“Yo les hablo de la solidaridad con obreros y estudiantes y ustedes me hablan de travelling y planos generales!”
Además funda el colectivo Dziga Vertov con quienes realiza Vladimir y Rosa, Vientos del Este, Todo va bien, y otras películas que expresan una profunda radicalización política y estética.
Entre los años 1955 y 2018 dirigió 131 películas: cortometrajes, programas de TV, largometrajes de ficción, documental, cine militante, ensayos, realizaciones colectivas y múltiples experimentos.
En 1989, con Historia(s) del Cine, desarrolla sus ideas sobre las relaciones entre el cine y el SXX.
Desde los años 90 y hasta 2018 no deja de producir obras que siguen reflexionando sobre el lenguaje audiovisual y su relación con el mundo en que vivimos. Adiós al lenguaje y El libro de imágenes son sus últimas películas.
Produjo una obra inmensa, crítica y a la vez política, que cuestionó en todas sus formas las trabas que el capitalismo y su lógica de mercado le impone al cine. Buscó revolucionar las reglas del montaje, el sentido de la ficción, el poder de la imagen, ideas que mantienen su influencia en nuevas generaciones de cineastas.

Murió el 13 de septiembre de 2022 a los 91 años en su casa, en una pequeña localidad de Suiza.

"Ya es hora de que el pensar vuelva a ser lo que es en realidad: peligroso para el que piensa y transformador de lo real. Unos piensan, otros actúan, dicen. Pero la verdadera condición del hombre es pensar con sus manos". >>>>> https://www.laizquierdadiario.com/



A las 22 hs. por El Pueblo TV



Lunes 15 de abril: "Pierrot el loco" (1965)




Martes 16 de abril: "La Chinoise" (1967)




Miércoles 17 de abril: "El desprecio" (1963)




Jueves 18 de abril: "Sin aliento" (1960)




Viernes 19 de abril: "Todo va bien" (1972)

SÁBADO 13 DE ABRIL EN EPTV: "Y TAMBIÉN LA LLUVIA" DE ICÍAR BOLLAÍN

sábado 13 de abril - 22 hs
EPTV: "Y también la lluvia" de Icíar Bollaín

También la lluvia o la doble moral
También la lluvia (2010), de la directora española Icíar Bollaín, es una película que, desde el punto de vista estructural, resulta bastante compleja. Se organiza en torno a tres tramas entrelazadas: un nivel metadiegético relacionado con el rodaje de una película sobre Cristóbal Colón por parte de un director llamado Sebastián; un nivel diegético sobre la guerra del agua en Cochabamba; y un nivel extra-diegético a través del making of de un documental realizado por el personaje de María. Este entrelazamiento favorece el diálogo entre varios momentos históricos (finales del siglo XV y el año 2000) y una reflexión sobre la continuidad de la violencia y la permanencia de los patrones de pensamiento heredados del colonialismo. 

La lucha del cacique indígena Hatuey contra las exacciones de los conquistadores españoles encuentra así una prolongación en las manifestaciones populares contra la privatización del agua en Bolivia, siendo la conexión favorecida por el personaje de Daniel que encarna a la vez al rebelde taíno y al líder de los opositores a la multinacional Bechtel. El oro de antaño ha sido sustituido por el agua de hoy, como confirma Paul Laverty, guionista de la película: «El agua se había convertido en el nuevo oro. Los teólogos dogmáticos en sotana de hace 500 años se habían convertido en economistas dogmáticos en traje» (“Apéndice. Paul Laverty sobre También la lluvia”, También la lluvia. Guión original de Paul Laverty, Stuttgart, Reclam, 2015, p. 187. Todas las referencias entre paréntesis remiten a este guion).

Igualmente interesante, desde nuestro punto de vista, y quizás menos comentada, es la actitud de varios personajes occidentales cuyos discursos no reflejan sus acciones, ya que se contentan con mostrar posturas ideológicas: el director Sebastián, así como Alberto y Juan que interpretan, respectivamente, los papeles de Bartolomé de Las Casas y Antonio de Montesinos. A primera vista, Sebastián parece preocupado por los demás, defendiendo la idea de que todos los aspirantes a un papel en el filme que dirige deben ser recibidos. Además, no duda en señalar al representante de las autoridades bolivianas “que la gente que paga dos dólares al día no puede permitirse un aumento del 300% en el precio del agua” (104). Sin embargo, el espectador pronto se da cuenta de que este idealista es, en el fondo, un egoísta solo interesado por su película: “lo primero es la película” (33), proclama. Peor aún, cuando estallan los disturbios en Cochabamba, no muestra ninguna empatía por la angustia de Teresa, la madre de la niña Belén que fue herida (152), y hasta muestra racismo hacia los indígenas. Por razones presupuestarias, no ve ningún problema en sustituir a los taínos por los quechuas, como si fueran intercambiables y compartieran la misma cultura, y acaba enfadándose y refiriéndose a ellos como “mis indios” (122), llamándolos “[c]ampesinos ignorantes de mierda” (96), sugiriendo que se les pague menos (97), etc.

La actitud de los otros dos personajes no es mucho mejor. Mientras los actores se enzarzan constantemente en una pequeña competición entre ellos para determinar quién de Bartolomé de Las Casas o de Antonio de Montesinos fue el mejor defensor de los indígenas (40-41), e incluso se funden emocionalmente con sus papeles, Alberto y Juan son los primeros en desear volver a Europa y abandonar la ciudad y a los manifestantes a su suerte (145-146, 159). 

Otros dos personajes (Antón, que interpreta a Cristóbal Colón en la pantalla, y el productor Costa) provocan un cierto rechazo al principio de la película. El distanciamiento irónico del primero y el frío materialismo del segundo no animan al espectador a identificarse con ellos. Sin embargo, si se examinan más de cerca, resultan ser mucho más positivos que los demás. Antón no duda en matizar la figura apologética, incluso hagiográfica, de Bartolomé de Las Casas señalando que fue el promotor de la esclavitud de los negros (51-54), considera que la película de Sebastián es una forma de “propaganda” y se lo hace saber (55), y pone al alcalde de Cochabamba en su sitio deconstruyendo su apología del FMI (40). En contra de las apariencias, se preocupa por la suerte de los manifestantes.

Así, al final de la película, es el único miembro del equipo que, desafiando el peligro, da de beber a un prisionero indígena maltratado por los militares (161). El caso más llamativo es, sin embargo, el de Costa. Si se puede lamentar una evidente hollywoodización al final de la película en la medida en que la resistencia colectiva da paso al rescate sentimental de una niña por parte de un hombre blanco viril, el personaje es el único que evoluciona. Muy antipático al principio del filme, movido por el dinero, consigue humanizarse y redimirse. 

¿No es esta al fin y al cabo la intención inicial de Howard Zinn, el historiador estadounidense que fue uno de los puntos de partida de la escritura de la película y a quien está dedicada la obra? Conocido por su libro La otra historia de los Estados Unidos desde 1492 hasta el presente, recuerda en su ensayo una frase que leyó una vez: “El grito de los pobres no siempre es justo, pero si no lo escuchas, nunca sabrás lo que es la justicia”. Costa ha entendido esta llamada y, al contrario de casi todos los demás personajes occidentales, aparentemente más solidarios, da fe de esta preocupación por la justicia.


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viernes, 12 de abril de 2024

"LA CANCIÓN DE CARLA" DE KEN LOACH

viernes 12 de abril - 22 hs
"La canción de Carla" de Ken Loach


Nicaragua en el corazón
Tras el salto a España con Tierra y libertad, Ken Loach siente la necesidad de narrar otras historias, otras injusticias, en países diferentes del suyo. El mundo será a partir de entonces su universo creativo, sin limitarse a las fronteras de Inglaterra. Salta entonces el charco para filmar en América La canción de Carla. La película se ambienta inicialmente en la capital escocesa, Glasgow. El protagonista es un conductor del servicio municipal de autobuses, conocido por su carácter abiertamente contrario a las rigideces que establece la dirección; ha sido ya amonestado varias veces. Así que el día que Carla, una chica centroamericana, le pide ayuda, el hombre no duda en hacerlo, aun a sabiendas de que le costará el puesto. La joven está traumatizada por su pasado en Nicaragua, y ambos deciden volver a la tierra lacerada de la mujer, a recuperar sus raíces, a reencontrarse con los suyos.

Allí conocerán a un norteamericano que intenta mejorar las condiciones de vida de los lugareños, al tiempo que frenar las acometidas de la Contra, el ejército antisandinista que Estados Unidos financió durante varios años hasta que Violeta Chamorro venció en las urnas a Daniel Ortega (milagrosamente en ese momento la Contra se disolvió como un azucarillo; misterios de la alta política...). El yanqui resulta ser un antiguo agente de la CIA que intenta redimirse de sus viejos pecados en la zona ayudando en lo que puede y luchando contra aquéllos que anteriormente le financiaron y le ideologizaron. El choque del escocés con la verdad pura y dura, que el gobierno de Estados Unidos está detrás de matanzas sin nombre, de un genocidio sistemático y persistente, será demasiado para él. Como lo será el reencuentro de Carla, la joven protagonista, con el motivo de su trauma.

Es perfectamente comprensible hasta qué punto el irredento conflicto de Nicaragua atrajo la atención de Loach y de su guionista, en este caso Paul Laverty, que sustituyó al hasta entonces habitual Jim Allen. Pocos países de la Tierra pueden jactarse (si es que se puede uno jactar de una cosa así) de haber sufrido tanto en tan poco tiempo: azotado constantemente por el gigante yanqui, que situó en el poder a Anastasio Somoza en la década de los treinta para perpetuarse en el gobierno, personalmente o a través de sus hijos o testaferros, a lo largo de cuatro décadas largas, en las que el país fue exprimido económicamente y oprimido política y socialmente, Nicaragua conoció después una doble guerra civil, la primera la llevada a cabo por el ejército sandinista contra el régimen somocista, la segunda, ya con los revolucionarios en el poder, con la Contra en guerra con el gobierno de Ortega. Demasiados desastres en tan relativamente poco tiempo; y, en medio, el pueblo, ese pueblo que desea bienestar, paz y pan, constantemente sometido y manipulado al antojo de los poderosos.

Hay que reconocer el valor y la crudeza de Loach al afrontar un tema tan espinoso, en el que el sistema de poder yanqui se atiene a la doctrina que dimana del famoso aforismo monroeniano: “América para los (norte)americanos” (el paréntesis es mío, pero convendrán en que es perfectamente compartible). Lástima que, tal vez por el cambio de guionista, esta vez la historia no estuviera tan afinada como en ocasiones anteriores, como en la estupenda Tierra y libertad o en los mazazos que Loach realizara en su Gran Bretaña natal. Funciona la trama romántica (siempre el amor loachiano como sal de la vida, un amor sin glamour pero con verdad), y funciona en buena medida el personaje del yanqui con mala conciencia, pero el resto no funciona tan bien. De todas formas, es una obra valiosa y arriesgada, sobre la injusticia social y política, sobre los desmanes de unos pocos sobre la mayoría, sobre el coraje y, ¡ay!, también el miedo a enfrentarse a la verdad.

Rodada con su habitual planificación naturalista, con el tono improvisador que ya es su marca de fábrica, el filme de Loach obtuvo una acogida relativamente tibia entre la crítica, que tal vez esperaba una altura similar a Tierra y libertad, donde el cineasta británico alcanzó una de sus mayores cumbres. La taquilla tampoco fue tan boyante como en el anterior filme, pero en todo caso quedó la sensación, tanto en público como crítica y productores, que éste era uno de esos traspiés que ennoblece al que lo comete. Ojalá todos los fallos en cine fueran de la calidad, el empaque y el empeño de un filme fallido pero hermoso como La canción de Carla.

A pesar de esa impresión de película que no colmó las expectativas, fue seleccionada para el Festival de Venecia, donde obtendría la Medalla de Oro del Presidente del Senado Italiano, y en los Premios de la Academia Británica fue candidata al Premio Alexander Korda al Mejor Filme.

jueves, 11 de abril de 2024

SONIDOS DEL PUEBLO, DE AHICITO Y LEO PI

Imperdible ..... hoy jueves 11 de abril - 21 hs
SONIDOS DEL PUEBLO, DE AHICITO Y LEO PI


Como previa al cine de EPTV te invitamos a revivir este hermoso encuentro artístico que fuera llamado Sonidos del Pueblo.

JUEVES 11 DE ABRIL: EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA, DE KEN LOACH

jueves 11 de abril - 22 hs
EPTV: "El viento que agita la cebada" de Ken Loach

Tierra y libertad a la irlandesa
Desde 1970, cuando se presentó por primera vez en la Croisette con la legendaria Kes, en una de las secciones paralelas, el director británico Ken Loach estuvo en trece oportunidades en el Festival de Cannes, ocho de ellas en competencia oficial. Dos veces –en 1990 por Agenda secreta y en 1993 por Como caídos del cielo– se llevó el Prix du Jury, que nunca fue considerado uno de los principales. Y en mayo pasado, con El viento que acaricia el prado –un título inspirado en un poema del irlandés Robert Dwyer Joyce, que habla de los vientos que agitan los campos de cebada de Irlanda y forjan el espíritu de su gente– consiguió, por fin, la codiciada Palma de Oro.

Después de algún paso en falso, como fue Ae Fond Kiss (2004), una comedia romántica con intenciones sociales que no llegó a estrenarse en Argentina, en The Wind that Shakes the Barley Loach y su guionista habitual, Paul Laverty, vuelven a los temas que mejor conocen y desarrollan: las luchas por la libertad, las encrucijadas políticas, las eternas, trágicas divisiones del campo popular. En este sentido, la nueva película de ambos se interna en una zona particularmente crítica, de fuertes ecos contemporáneos: los comienzos del movimiento independentista en Irlanda, allá por 1920, cuando lejos de Dublín se forman las primeras facciones del Ejército Republicano Irlandés (IRA), para resistir la masiva ocupación territorial y los abusos de las tropas británicas.

No es la primera vez, por cierto, que Loach se manifiesta contra la presencia colonial inglesa en Irlanda. En los años ’70, cuando buscó refugio en la televisión, tuvo más de un encontronazo con la BBC, que le censuró un proyecto sobre el tema (en la serie The Wednesday Play) y a duras penas le autorizó el episodio irlandés del programa Days of Hope. Obstinado, consecuente con sus convicciones, volvió a la carga con este asunto particularmente sensible para los ingleses en Agenda secreta, la película que en 1990 relanzó su carrera como cineasta. Pero si en aquella oportunidad se trataba de un film contemporáneo, casi de urgencia, aquí el director de Riff-Raff mira hacia atrás y se vuelca hacia el pasado para intentar comprender –el cine siempre se puede concebir como un medio de conocimiento– cómo y por qué Irlanda terminó dividida y de qué manera se originó un conflicto que, después de casi un siglo, aún está muy lejos de cerrarse.

Con la guerra por la independencia como contexto, el film de Loach se concentra en la relación de dos hermanos: Damien (Cillian Murphy), que después de profundas dudas sacrifica su carrera como médico para abrazar la causa irlandesa, y Teddy (Pádraic Delaney), que desde un comienzo se lanza a luchar contra la ocupación británica y termina enfrentado a su propio hermano, cuando adhiere a la controvertida tregua que firma Michael Collins en representación de un sector republicano, permitiendo una soberanía compartida con los ingleses.

“Al abandonar parte de su imperio, el poder colonial británico siempre se las ingenió para mantener intactos sus intereses estratégicos. Esa fue la astucia de gente como Churchill y Lloyd George”, afirmó Loach en Cannes. “Cuando fueron arrinconados, cuando no estaba entre sus prioridades seguir negando la independencia, buscaron dividir el país y dieron su apoyo a aquellos en el movimiento independentista que estaban dispuestos a permitir que el poder económico siguiera en las mismas manos de siempre, aquellos con quienes pudieran seguir haciendo buenos negocios.” En este sentido, el film de Loach –y él mismo se ocupó de resaltarlo– no debe ser leído solamente en relación con la situación irlandesa, sino también como un espejo de lo que puede llegar a suceder cuando comiencen a retirarse de Irak las tropas de la intervención anglo-estadounidense.

Esta manera de entender el presente a partir de episodios del pasado no es nueva para Loach, que ya dio una clase magistral sobre el tema con Tierra y libertad, su lúcida visión de las escisiones del campo popular durante la Guerra Civil Española. Como en aquel film, ahora en El viento que acaricia el prado Loach también trabaja con improvisaciones colectivas, en las que los actores discuten espontáneamente los caminos a seguir en tumultuosas asambleas, que le dan al film una verdad infrecuente en este tipo de reconstrucciones históricas. Ese mural que va pintando el director tiene por protagonistas a los hombres, lanzados a la guerra, pero se diría, sin embargo, que Loach reserva los momentos de mayor nobleza para las mujeres que los impulsan y acompañan.

No todo el relato alcanza la misma intensidad y hay algunos tramos (sobre todo al comienzo) algo estereotipados en su representación del opresor británico y demasiado didácticos en su recreación del nacimiento del IRA. Pero cuando hacia el final Loach se interna en el conflicto de conciencia de esos dos hermanos, que deben resolver no sólo dilemas políticos, sino sobre todo de orden moral (“Estudié medicina y ahora le pego un tiro en la cabeza a este hombre... Espero que Irlanda valga la pena”, se pregunta Damien), su película alcanza la altura de sus mejores trabajos. >> https://www.pagina12.com.ar/


Puedes ver EPTV:

miércoles, 10 de abril de 2024

MIÉRCOLES 10 DE ABRIL: PAN Y ROSAS, DE KEN LOACH

miércoles 10 de abril - 22 hs
EPTV: "Pan y rosas" de Ken Loach

La consigna “Pan y Rosas” remite a la huelga de las obreras textiles de Massachusetts en 1912, a partir de la cual lograron la implementación de la jornada reducida, el aumento de salarios y el reconocimiento de los sindicatos.

Esta tradición retoma la película dirigida por Ken Loach y escrita por Paul Laverty (2000). Maya (Pilar Padilla) llega de manera ilegal a Estados Unidos; apoyada por su hermana Rosa (Elpidia Carrillo) y su familia, la joven logra entrar a trabajar como empleada de limpieza en un edificio de la ciudad de Los Ángeles. El salario es mínimo y no existen prestaciones, además que la mayoría de los otros trabajadores se conforma por inmigrantes de diferentes orígenes. Sam (Adrien Brody), activista de Justice for Janitors, se acerca a ellos para promover la lucha a favor de mejoras laborales y su derecho a formar sindicatos.

Es a partir de esta trama donde convergen en la película la lucha contra la explotación y contra la xenofobia ante la inmigración ilegal.

La historia está basa en la campaña Justice for Janitors del SEIU (Service Employees International Union) que luchaba por la sindicalización y las mejoras laborales de los trabajadores de limpieza en Estados Unidos (mayoritariamente empleo para los inmigrantes). >> https://www.laizquierdadiario.com/


Puedes ver EPTV:

martes, 9 de abril de 2024

EPESODIO 1 || LA RADIO | UNA PRODUCCIÓN DE "TOMATE UN MATE Y OLVIDATE PODCAST"

Míercoles 11 y viernes 12 de abril - 20 hs
EPTV: EPESODIO 1 || La Radio | Una producción de "Tomate un Mate y Olvidate Podcast"

"La Radio es la Resistencia del mundo negro del futuro" dice Lalo Mir, te invito para que descubramos por que este medio de comunicación al parecer obsoleto tiene la llave para la comunicación lejos de los grandes poderes económicos. Algo que resulta importantísimo en este mundo hiperconectado y también hipercontrolado.